En el ámbito laboral, muchas veces se intenta evitar lo incómodo. Las conversaciones difíciles –aquellas que implican poner límites, dar devoluciones críticas, enfrentar un conflicto o comunicar una decisión no esperada– suelen postergarse por miedo al malestar, al enojo o a la tensión que puedan generar. Sin embargo, esquivarlas no las resuelve: solo las aplaza, acumulando malestar en los equipos y afectando los vínculos laborales.
¿Qué se dirime en una conversación difícil? Este tipo de intercambios no solo busca resolver un problema puntual: también pone en juego la claridad de los roles, la confianza en el equipo, la posibilidad de ser escuchado, y el modo en que se tramitan los desacuerdos. Son momentos en los que se define, de alguna forma, cómo trabajamos juntos.
Desde la psicología organizacional, estas situaciones se entienden como espacios cruciales de ajuste, donde las tensiones pueden convertirse en oportunidades de mejora relacional y funcional si se abordan adecuadamente.
¿Por qué no conviene evitarlas? Evitar conversaciones difíciles puede traer consecuencias como:
Acumulación de tensiones no resueltas
Rumores o suposiciones erróneas
Desgaste emocional de los involucrados
Impacto negativo en el clima laboral
Como señala la psicóloga clínica y organizacional Sheila Heen (coautora de Difficult Conversations), “Evitar una conversación difícil es en realidad decidir tener una conversación aún más difícil más adelante, con consecuencias posiblemente peores”.
Claves para abordarlas:
Desde nuestra práctica en DP Capital Humano, trabajamos con líderes y equipos para mejorar la gestión de estas situaciones. Algunas recomendaciones clave:
Preparar el contenido: Clarificar el objetivo de la conversación, identificar los puntos centrales y posibles reacciones.
Elegir el momento adecuado: Buscar un entorno privado y un momento donde haya disposición para el diálogo.
Cuidar el encuadre emocional: Iniciar desde el respeto y la intención de construir, no desde el enojo o la urgencia.
Practicar la escucha activa: Validar al otro no implica necesariamente acordar, pero sí disponer el espacio para su versión.
Focalizar en los hechos: Evitar juicios globales o suposiciones; describir conductas observables y sus consecuencias.
Las conversaciones difíciles son parte del trabajo. Lo importante no es evitarlas, sino contar con herramientas para transitarlas de forma cuidada, clara y constructiva. Porque lo que se juega en ellas va mucho más allá de un intercambio puntual: se juega la cultura del diálogo, del cuidado y del crecimiento compartido.
Equipo Dp Capital Humano