En tiempos donde lo técnico y lo digital parecen marcar el ritmo de las organizaciones, el liderazgo sigue siendo un factor determinante para el funcionamiento cotidiano. Sin embargo, cada vez es más evidente que liderar no es solo gestionar tareas o alcanzar objetivos. Liderar es también trabajar con personas: con sus historias, emociones, tiempos, resistencias y necesidades.
Para muchos mandos medios y responsables de equipo, esto se traduce en una tensión constante entre sostener resultados y acompañar procesos humanos complejos. Y aunque no siempre se diga, liderar personas implica desgaste emocional, ambigüedad y decisiones difíciles.
GESTIONAR NO ALCANZA
En muchas empresas se espera que quien coordina un equipo sea capaz de organizar turnos, cumplir con indicadores, resolver conflictos, dar seguimiento, contener, motivar y poner límites… todo al mismo tiempo. La realidad es que esto requiere habilidades relacionales, emocionales y comunicacionales que rara vez se enseñan de manera formal.
Desde la psicología organizacional sabemos que el estilo de liderazgo impacta directamente en la salud emocional del equipo, en la rotación del personal y en el clima de trabajo. Líderes que no escuchan, que evitan dar devoluciones o que sólo marcan errores, muchas veces generan malestar, baja productividad y, en algunos casos, ausentismo o desvinculaciones evitables.
LO QUE SABEMOS DESDE LA PSICOLOGÍA Y LA NEUROCIENCIA
Distintos enfoques coinciden en que aspectos como la seguridad psicológica, el sentido de pertenencia y el reconocimiento son fundamentales para que una persona pueda desempeñarse con claridad y compromiso en su rol (Rock, 2008; Dutton & Spreitzer, 2014).
Esto no implica transformar al líder en un terapeuta ni romantizar los vínculos laborales, sino desarrollar habilidades mínimas para leer el contexto emocional de su equipo y responder con criterio y respeto. Saber cuándo escuchar, cómo marcar un desvío sin humillar, cómo mantener el eje ante un conflicto, y cómo acompañar sin absorberlo todo, son habilidades que se entrenan.
LIDERAR EN ESCENARIOS REALES
Quien trabaja con personas sabe que no existen recetas mágicas. Las planillas no contemplan los días en que un colaborador llega desmotivado, con problemas personales o con actitudes que desgastan al resto del equipo. A veces, ni el liderazgo más equilibrado puede evitar una renuncia inesperada, una discusión fuerte o la sensación de estar “apagando incendios” todo el tiempo.
Por eso, más que líderes “perfectos” o “inspiradores”, lo que las organizaciones necesitan son referentes que sepan sostener el rol. Personas capaces de dar devoluciones claras, poner límites con respeto, leer el clima del equipo, y gestionar sin perder de vista que trabajan con personas reales, no con engranajes.
Trabajar con personas es complejo. Y liderar equipos implica aceptar esa complejidad como parte del trabajo, no como una excepción. Invertir en el desarrollo de estas habilidades, acompañar a quienes tienen responsabilidades de conducción, y habilitar espacios para revisar cómo se está liderando es una necesidad estratégica para cualquier organización.
Equipo DP Capital Humano